Europa consigue una victoria en Bethpage que ya forma parte de la historia de este bendito deporte junto con la edición de Medinah de 2012.
El equipo europeo de la Ryder Cup, brillantemente capitaneado por Luke Donald, ha conseguido algo épico y que pasará a la historia de este deporte tal y como hoy recordamos el llamado milagro de Medinah de 2012.
Tras las cuatro sesiones de juego de viernes y sábado con sus respectivos foursomes y fourballs había que ser realmente prudente (cenizo, incluso) para no ver la cosa claramente a favor de la machada europea. El marcador, el sábado por la noche indicaba un demoledor 4,5 a 11,5 para los europeos.
En las dos primeras jornadas, Europa zarandeó de manera abrumadora al equipo americano. Tipos como Tommy Fleetwood, Justin Rose, el inicialmente cuestionado Fitzpatrick, Rory McIlroy, Hovland o nuestro Jon Rahm se mostraron intratables e, incluso realizando algunos golpes de fantasía que, más allá del resultado de los mismos, hablaban de un estado de gracia y confianza aterrador para los de Keegan Bradley.
Por el lado americano, más allá del resultado, únicamente parecían mantener el tipo a nivel de juego Cameron Young y Patrick Cantlay. El sábado por la tarde, se sumó J.J. Spaun a ese escaso elenco de jugadores del equipo americano que conseguía destacar. Estamos hablando de un equipo que, de los primeros 16 partidos, únicamente pudo imponerse en cuatro de ellos.
Por el lado gris de los norteamericanos, hay que destacar la pobrísima (y llamativa) contribución de Scottie Scheffler y Bryson Dechambeau. Los dos buques insignia de los americanos solo pudieron sumar una victoria en sus cuatro partidos de viernes y sábado. Una victoria entre los dos.
En algún momento alguien analizará (y nos explicará) como es posible que dos tíos como Tiger Woods y Scottie Scheffler hayan tenido tan pobre resultado en las Ryder Cups que han disputado. Y no debe ser un tema de falta de ganas porque las imágenes de Scheffler llorando a moco tendido en Roma, tras el meneo que a él y a Koepka les dieron Hovland y Aberg, no hablan precisamente de un indolente “pecho frío”. Un misterio más de este deporte.

El caso, y por resumir, Estados Unidos no era capaz. No podían con un equipo europeo absolutamente desatado. Además, el lenguaje no verbal de los europeos hablaba de hambre. Hambre y ganas de triunfo. Y rabia. Mucha.
Sobre todo, porque si en la jornada de viernes por la mañana, la cosa empezó con cierta gracia, por la tarde ya se fue calentando. El sábado, directamente se salió totalmente de madre. Un espectáculo lamentable y bochornoso el que se vivió en Bethpage Black.
El equipo europeo con un Rory McIlroy y un Shane Lowry como los grandes objetivos del (para nada) respetable neoyorquino, a la cabeza, convirtieron el maltrato del público en rabia y bidies. No hay más que ver algunas de las imágenes de los nuestros en los greenes.
Pues así llegamos a una jornada de domingo en la que, en principio, todo apuntaba a que las palomitas serían el gran rival a batir para los aficionados europeos. Dos puntos y medio para retener la copa y tres para ganar a domicilio. Sencillo.

Y ¿qué pasa cuando uno se confía y pierde de vista que el oso tiene uñas y colmillos? Pues pasa que lo más probable es que no lo cuente. Así, llegamos a la jornada de enfrentamientos individuales en la que, por lesión de Viktor Hovland, ambos equipos se repartirían medio punto para cada uno. Harris English se quedó sin jugar por la “regla del sobre”.
La regla del sobre dice que: La Regla de Sustitución 3.d) del Acuerdo de Capitanes de la Ryder Cup exige que cada Capitán del Equipo proporcione el nombre de un jugador, en un sobre sellado, que no jugará en caso de que un miembro del equipo contrario sufra una lesión.
Por cierto, Keegan Bradley diría en la rueda de prensa final que la regla habría que cambiarla para la próxima Ryder Cup. Olvida el bueno de Bradley que el equipo americano hizo uso de esta regla en la edición de 1991.
El domingo, pues, se iban a disputar 11 partidos individuales y, como les decíamos antes, las palomitas y la tranquilidad (muy nuestra, por cierto) del clásico “tranquilos que esto está hecho”. Pues ni parecido.
En una jornada para olvidar del equipo europeo que, muy posiblemente, pagó en forma de cansancio los excesos y la tensión de las dos jornadas previas, de los once matches solo pudimos ganar uno. El de Ludwig Aberg contra Patrick Cantlay. El sueco le ahorró al equipo europeo una escena de cuidado. ¡Menos mal!.

En general, el meneo fue importante. La cornada más dura se la llevó nuestro Jon Rahm a quien Xander Schauffele le endosó una derrota por un margen de cuatro hoyos. Mal día para nuestro buque insignia. Matt Fitzpatrick que llegó a tener una ventaja de cinco hoyos sobre Bryson Dechambeau terminó empatando el partido. Cayó Justin Rose pese tener momentos de “golf fantasía”, luego Fleetwood, Scheffler se redimió venciendo a Rory, Spaun se cargó a Straka al igual que Griffin hizo lo propio con Rasmus… Una matanza.
Y las palomitas dejaron sitio al Dodotis…Cagómetro a tope. Calculadoras echando humo.
Y, entonces, la lógica se impuso.
Shane Lowry pasaba a la historia de la Ryder Cup y del golf europeo. Y con letras de oro. Tras el infierno vivido junto a Rory el sábado, nadie mejor que él par dar el último martillazo al clavo que cerraba la tapa del ataúd del equipo americano. Justicia bíblica. Karma en estado puro.

El irlandés, embocaba un putt de mérito para cerrar su partido con empate frente a Russell Henley y asegurar la retención de la copa para Europa. El alivio fue indescriptible. No se pierdan el subidón de Shane Lowry en el green y su incapacidad para pronunciar palabra después. Imágenes históricas. Pero aún quedaba sellar el triunfo.
Tyrrell Hatton llegaba empatado al 18 y, tras un approach de gran mérito desde la calle, conseguía el medio punto de su empate con Morikawa y que garantizaba que Europa, después de doce años, conseguía derrotar en su propia casa al equipo americano. La gesta y la predicción de Rory McIlroy en Roma estaban cumplidas. Inolvidable.Una Ryder Cup que no olvidaremos. La siguiente, en 2027 en Irlanda.